Soldier of love

martes, 19 de agosto de 2008

El arte viene del corazón abierto



El Corazón abierto habla de sentimientos, delata emociones profundas, comunica un gran amor por los otros a través de nosotros mismos.


Que mejor que expresar con poemas, con frases traidas del cielo.


Estos poemas los recibio la eximia actriz Maria Tereza Montoya de escritores y personas que vieron su transformación en el escenario y expresaron lo que esta mujer gloriosa y actriz mexicana, les transmitió al verla.




8 comentarios:

Alexe dijo...

Me siento muy orgulloso de encontrarme con esta información, me siento orgulloso de ser mexicano y saber que existió una mexicana valiosisima que le dió a México tantas satisfacciones en el arte, pero también me siento tan despcionado de que México no le de el lugar que merece en la historia del arte escenico del siglo XX, quizas por lo mismo tubo la desgracia de haber nacido aquí.Pero fuera de aquí es admirada y querida en Espeña y Sudamérica fué un ícono fué aplaudida y querida que inclusive gente tan importante como escritore, dramaturgos, poetas, actores, periodistas la catalogaron como la grán trágica del siglo XX junto con otras grandes como la Duse, la Guerrero, la Bernarth, la Xirgú, ellas si tienen un lugar de honor en sus patrias. aun así me siento orgulloso de ser mexicano, ojalá la historia o algún valiente se atreva a promoverla a la rotonda que es el lugar donde debe descansar. y hacerle todos los honores merecidos México está en deuda con esta grán mujer mexicana.

Alexe dijo...

La gran actriz mexicana, de inmaculada historia artística, lumbrera del teatro de habla hispana y admirable creadora” como la definió su público, fue una de las mayores trágicas del teatro de habla hispana del siglo XX.
En su momento el arte de la Montoya la indiscutible diva nacional, fue grandioso y revelador ante propios y extraños. Fue un personaje de una época heroica. María Tereza Montoya no vaciló en sacrificar su patrimonio para organizar su compañía, realizar sus temporadas y construir un teatro. Su entrega al trabajo fue total, cuando se acostumbraba ofrecer por semana y hasta tres representaciones por noche. era una religiosa fanática del arte y en el Templo del Arte entre los muchos altares que en él se erigen, se encuentra siempre el de la Montoya y ante él, se inclina la rodilla… María Tereza es, no ya una artista maravillosa, sino una esclava, una servidora de su religión…”.

La Montoya fue innovadora del repertorio de los escenarios nacionales, muchos grandes escritores tuvieron de ella magníficas opiniones, al actuar por primera vez en México obras de Jean Cocteau, Tennessee Williams, Georges Bataille,Oscar Wilde, Eugene O`Neill, Henrik Johan Ibsen, Bertolt Brecht, Gabriele D’Annunzio, George Bernard Shaw y Luigi Pirandello entre otros grandes autores. Así mismo fue la embajadora y representante artística nacional ante el mundo; Rafael Alberti , Jacinto Benavente, Juana de Ibarbourou , Federico García Lorca, Gabriela Mistral, Xavier Villaurrutia, Miguel de Unamuno, Luigi Pirandello, Ramón del Valle Inclán, Rodolfo Usigli, Darío Nicodemi, José Santos Chocano, Gregorio Martínez Sierra, Serafín,Joaquín Álvarez Quintero, Celestino Gorostiza Alcalá y Eduardo Marquina Angulo, por mencionarse solo algunos que formaron parte de su interminable galería de admiradores.

Fue el reconocimiento de su público el que hizo que se le invitara a inaugurar el Palacio de Bellas Artes. Hubo un público escogido que la aplaudió, un presidente de la república que la honró, unos jóvenes poetas, escritores, pintores, gente de teatro que la rodeo para rendirle los homenajes que merecía.

María Tereza Montoya ninguna como ella dueña de todas las pasiones humanas, México debe disponerse a recuperar el pasado y devolverle el primerísimo lugar que le corresponde en la historia del teatro nacional. México sigue en deuda con esta mujer ilustre amada en su época como pocas mujeres lo han sido.

Muchas cosas se podrían añadir sobre María Tereza Montoya, pero solo se puede decir que este homenaje es apenas un modesto reconocimiento a su figura protagónica en la historia del teatro mexicano y del de habla hispana. Su nombre estará siempre escrito en letras oro en las páginas de la historia del teatro de habla hispana del siglo XX. Esa fue la gran trágica excelsa que murió. La cumbre más alta de la escena Mexicana. María Tereza Montoya vive en el recuerdo de quienes no la olvidan. ¿Necesita una tumba ilustre o ya hizo ilustre en la cual reposa?. Así esplende y declina la persona pero no su grandeza.

madirak dijo...

Alejandro, magnífico comentario. Eso y setenta veces siete por siete por siete es lo que en mi corazón merece mi Abuela. Besos

Alexe dijo...

Marìa Tereza Montoya, considerada en la madre patria asì como en la amèrica, como la figura cumbre de la escena dramàtica y en nivel parejo a la gloria herencia de doña marìa Guerrero y de Margarita Xirgù la gràn interprete de la tragedia clàsica y moderna.

Alexe dijo...

Rafael Solana escribio esto:

Cuando nos reunimos hoy para despedir de este mundo a Marìa Tereza Montoya,no estamos sepultando solamente a una gran actrìz, la mas grande de cuantas nuestra generaciòn ha conocido, sino estamos despidièndonos para siempre de una raza: con la Montoya se va la rama final de un gràn àrbol que ya nunca ha de volver a florecer. La postrera, y no en Mèxico, sino en el mundo de las actrices teatrales gigantescas, el ùltimo de los monstruos sagrados; una raza a la que pertenecieron Raquel y Rèjane Inès y Cecilia Sorel las dos grammàticas, Sarah Bernhardt y Eleonora Duse, Marìa Guerrero y Margarita Xirgù; ya no son las actrices de ese tamaño; ya no las quema ese fuego, ya no estàn hechas de ese màrmol, ya no tienen aquella imponente grandeza. Recordamos a la Montoya en muchas obras, en centenares de ellas, tal vez, y siempre estuvo admirable, en lo tràgico igual que en lo còmico, en lo mas moderno como en lo clàsico; pero en algunos papeles se agigantò hasta grabarse en nuestra memoria indeleblemente; nunca cabrà en nuestro recuerdo otra Raymunda que no sea la suya, y nos estremeceremos siempre que invoquemos la imagen de su leona de castilla. Antes de que ella dejara el mundo como ahora lo ha hecho, ya el mundo la habìa dejado a ella: se habìa achicado el arte teatral, de tal manera que ya ella no cabìa dentro de los nuevos moldes; su templo, por eso, fue el teatro; por que ni el cine ni la televisiòn fueron de su medida; y el teatro mismo, acabò por achicarse tambièn, y ella vino a quedarle demaciado grande.
No estamos despidiendo a una gràn figura reemplazable por otra gran figura que mañana pudiese surgir; estamos diciendo adiòs a alguien que nunca tendrà sustituto. No volviò a haber titanes, despuès de que desaparecieron aquellos que amontonaron el Osa sobre el Peliòn; no volviò a haber un partenòn, ni hubo nunca otras piràmides de Egipto, ni ha habido otro Miguel Angel, ni otro Beethoven; nunca volverà a tener nuestro teatro tal vez el teatro, otra Marìa Tereza Montoya, la actriz el mayor de cuyos distintivos habiendo tenido tantas cualidades, fue la grandeza. Emotìva, inteligente, estremecedora, penetrante, magistral, intensa, todo eso lo fue; pero mas que nada fuè grande: su mejor papel fue uno de reina; hablaba, y se sentìa un calosfrìo, y una intenciòn de arrodillarse ante ella. El teatro, el arte, el mundo, pierden una gloria insustituible. Este es uno de los que pueden llamarse "momentos crepusculares de la humanidad"

4 de Agosto de 1970.

Alexe dijo...

Rafael Solana escribio esto:

Cuando nos reunimos hoy para despedir de este mundo a Marìa Tereza Montoya,no estamos sepultando solamente a una gran actrìz, la mas grande de cuantas nuestra generaciòn ha conocido, sino estamos despidièndonos para siempre de una raza: con la Montoya se va la rama final de un gràn àrbol que ya nunca ha de volver a florecer. La postrera, y no en Mèxico, sino en el mundo de las actrices teatrales gigantescas, el ùltimo de los monstruos sagrados; una raza a la que pertenecieron Raquel y Rèjane Inès y Cecilia Sorel las dos grammàticas, Sarah Bernhardt y Eleonora Duse, Marìa Guerrero y Margarita Xirgù; ya no son las actrices de ese tamaño; ya no las quema ese fuego, ya no estàn hechas de ese màrmol, ya no tienen aquella imponente grandeza. Recordamos a la Montoya en muchas obras, en centenares de ellas, tal vez, y siempre estuvo admirable, en lo tràgico igual que en lo còmico, en lo mas moderno como en lo clàsico; pero en algunos papeles se agigantò hasta grabarse en nuestra memoria indeleblemente; nunca cabrà en nuestro recuerdo otra Raymunda que no sea la suya, y nos estremeceremos siempre que invoquemos la imagen de su leona de castilla. Antes de que ella dejara el mundo como ahora lo ha hecho, ya el mundo la habìa dejado a ella: se habìa achicado el arte teatral, de tal manera que ya ella no cabìa dentro de los nuevos moldes; su templo, por eso, fue el teatro; por que ni el cine ni la televisiòn fueron de su medida; y el teatro mismo, acabò por achicarse tambièn, y ella vino a quedarle demaciado grande.
No estamos despidiendo a una gràn figura reemplazable por otra gran figura que mañana pudiese surgir; estamos diciendo adiòs a alguien que nunca tendrà sustituto. No volviò a haber titanes, despuès de que desaparecieron aquellos que amontonaron el Osa sobre el Peliòn; no volviò a haber un partenòn, ni hubo nunca otras piràmides de Egipto, ni ha habido otro Miguel Angel, ni otro Beethoven; nunca volverà a tener nuestro teatro tal vez el teatro, otra Marìa Tereza Montoya, la actriz el mayor de cuyos distintivos habiendo tenido tantas cualidades, fue la grandeza. Emotìva, inteligente, estremecedora, penetrante, magistral, intensa, todo eso lo fue; pero mas que nada fuè grande: su mejor papel fue uno de reina; hablaba, y se sentìa un calosfrìo, y una intenciòn de arrodillarse ante ella. El teatro, el arte, el mundo, pierden una gloria insustituible. Este es uno de los que pueden llamarse "momentos crepusculares de la humanidad"

4 de Agosto de 1970.

Alexe dijo...

Rafael Solana dijo y escribio esto:

Cuando nos reunimos hoy para despedir de este mundo a Marìa Tereza Montoya,no estamos sepultando solamente a una gran actrìz, la mas grande de cuantas nuestra generaciòn ha conocido, sino estamos despidièndonos para siempre de una raza: con la Montoya se va la rama final de un gràn àrbol que ya nunca ha de volver a florecer. La postrera, y no en Mèxico, sino en el mundo de las actrices teatrales gigantescas, el ùltimo de los monstruos sagrados; una raza a la que pertenecieron Raquel y Rèjane Inès y Cecilia Sorel las dos grammàticas, Sarah Bernhardt y Eleonora Duse, Marìa Guerrero y Margarita Xirgù; ya no son las actrices de ese tamaño; ya no las quema ese fuego, ya no estàn hechas de ese màrmol, ya no tienen aquella imponente grandeza. Recordamos a la Montoya en muchas obras, en centenares de ellas, tal vez, y siempre estuvo admirable, en lo tràgico igual que en lo còmico, en lo mas moderno como en lo clàsico; pero en algunos papeles se agigantò hasta grabarse en nuestra memoria indeleblemente; nunca cabrà en nuestro recuerdo otra Raymunda que no sea la suya, y nos estremeceremos siempre que invoquemos la imagen de su leona de castilla. Antes de que ella dejara el mundo como ahora lo ha hecho, ya el mundo la habìa dejado a ella: se habìa achicado el arte teatral, de tal manera que ya ella no cabìa dentro de los nuevos moldes; su templo, por eso, fue el teatro; por que ni el cine ni la televisiòn fueron de su medida; y el teatro mismo, acabò por achicarse tambièn, y ella vino a quedarle demaciado grande.
No estamos despidiendo a una gràn figura reemplazable por otra gran figura que mañana pudiese surgir; estamos diciendo adiòs a alguien que nunca tendrà sustituto. No volviò a haber titanes, despuès de que desaparecieron aquellos que amontonaron el Osa sobre el Peliòn; no volviò a haber un partenòn, ni hubo nunca otras piràmides de Egipto, ni ha habido otro Miguel Angel, ni otro Beethoven; nunca volverà a tener nuestro teatro tal vez el teatro, otra Marìa Tereza Montoya, la actriz el mayor de cuyos distintivos habiendo tenido tantas cualidades, fue la grandeza. Emotìva, inteligente, estremecedora, penetrante, magistral, intensa, todo eso lo fue; pero mas que nada fuè grande: su mejor papel fue uno de reina; hablaba, y se sentìa un calosfrìo, y una intenciòn de arrodillarse ante ella. El teatro, el arte, el mundo, pierden una gloria insustituible. Este es uno de los que pueden llamarse "momentos crepusculares de la humanidad"

4 de Agosto de 1970.

Alexe dijo...

Rafael Solana escribio esto:

Cuando nos reunimos hoy para despedir de este mundo a Marìa Tereza Montoya,no estamos sepultando solamente a una gran actrìz, la mas grande de cuantas nuestra generaciòn ha conocido, sino estamos despidièndonos para siempre de una raza: con la Montoya se va la rama final de un gràn àrbol que ya nunca ha de volver a florecer. La postrera, y no en Mèxico, sino en el mundo de las actrices teatrales gigantescas, el ùltimo de los monstruos sagrados; una raza a la que pertenecieron Raquel y Rèjane Inès y Cecilia Sorel las dos grammàticas, Sarah Bernhardt y Eleonora Duse, Marìa Guerrero y Margarita Xirgù; ya no son las actrices de ese tamaño; ya no las quema ese fuego, ya no estàn hechas de ese màrmol, ya no tienen aquella imponente grandeza. Recordamos a la Montoya en muchas obras, en centenares de ellas, tal vez, y siempre estuvo admirable, en lo tràgico igual que en lo còmico, en lo mas moderno como en lo clàsico; pero en algunos papeles se agigantò hasta grabarse en nuestra memoria indeleblemente; nunca cabrà en nuestro recuerdo otra Raymunda que no sea la suya, y nos estremeceremos siempre que invoquemos la imagen de su leona de castilla. Antes de que ella dejara el mundo como ahora lo ha hecho, ya el mundo la habìa dejado a ella: se habìa achicado el arte teatral, de tal manera que ya ella no cabìa dentro de los nuevos moldes; su templo, por eso, fue el teatro; por que ni el cine ni la televisiòn fueron de su medida; y el teatro mismo, acabò por achicarse tambièn, y ella vino a quedarle demaciado grande.
No estamos despidiendo a una gràn figura reemplazable por otra gran figura que mañana pudiese surgir; estamos diciendo adiòs a alguien que nunca tendrà sustituto. No volviò a haber titanes, despuès de que desaparecieron aquellos que amontonaron el Osa sobre el Peliòn; no volviò a haber un partenòn, ni hubo nunca otras piràmides de Egipto, ni ha habido otro Miguel Angel, ni otro Beethoven; nunca volverà a tener nuestro teatro tal vez el teatro, otra Marìa Tereza Montoya, la actriz el mayor de cuyos distintivos habiendo tenido tantas cualidades, fue la grandeza. Emotìva, inteligente, estremecedora, penetrante, magistral, intensa, todo eso lo fue; pero mas que nada fuè grande: su mejor papel fue uno de reina; hablaba, y se sentìa un calosfrìo, y una intenciòn de arrodillarse ante ella. El teatro, el arte, el mundo, pierden una gloria insustituible. Este es uno de los que pueden llamarse "momentos crepusculares de la humanidad"

4 de Agosto de 1970.